lunes, 24 de agosto de 2009

Rayuela. Julio Cortazar



Julio Cortazar
Escritor argentino
1914 (Bruselas) 1984 (París)

Jules Florencio Cortázar (Ixelles, Bruselas, Bélgica, 26 de agosto de 1914 - París, Francia 12 de febrero de 1984) conocido como Julio Cortázar fue un escritor e intelectual argentino.

Se le considera uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve en general, comparable a Jorge Luis Borges, Antón Chéjov o Edgar Allan Poe, y creador de importantes novelas que inauguraron una nueva forma de hacer literatura en Latinoamérica, rompiendo los moldes clásicos mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal y donde los personajes adquieren una autonomía y una profundidad psicológica pocas veces vista hasta entonces.

Vivió buena parte de su vida en París, ciudad en la que se estableció en 1951, en la que ambientó algunas de sus obras, y donde al final murió. En 1981 se le otorgó la ciudadanía francesa.[1]

Julio Cortazar tenía pensado titular al libro “mándala” (El mándala es un símbolo circular, que se encuentra desde el comienzo de la humanidad. Las diferentes culturas coinciden en que conduce hacia el camino a la unidad del ser), haciendo alusión a la búsqueda nombrada anteriormente, sin embargo, titularlo de esa manera, sonaba pretencioso, entonces lo llamo “Rayuela”. En este caso, “Rayuela” no es un simple juego de niños.

La rayuela constituye, como muchos otros juegos, un pequeño enigma etnológico para los estudiosos, que no se han puesto todavía de acuerdo sobre sus orígenes y le han atribuido, como a los naipes, significados míticos, mágicos, religiosos, cabalísticos, etc., relacionándola con los progresos del alma, con ceremonias y ritos de pasaje, con el laberinto y la espiral, etcétera. En la Rayuela, el 1er casillero, representa la niñez, el 2do, la juventud y el 3ero, la vejez. En el 4to y el 5to, debemos darnos vuelta para mirar el recorrido, el mismo que nos levara al cielo. Lo que plantea Cortazar, es que si uno tira la piedra, nunca sabremos en qué casillero caerá, pero lo que sí es seguro, es que estos caminos pueden cambiar de la noche a la mañana, solamente hay que buscar el cielo propio, el “corazón del alcaucil”.

Zorrogordo

No hay comentarios:

Publicar un comentario